La ecuatoriana fue una de las fundadoras de las Ninety Nines, la asociación de pilotos femeninos más grande de América del Norte
Hermelinda Urvina fue la primera mujer sudamericana en recibir una licencia de piloto, emitida por la Autoridad Aeronáutica de los Estados Unidos en 1932. Su legado de audacia, perseverancia y determinación la encumbraron a la lista de mujeres más influyentes del siglo en Ecuador. ¿Quién es esta misteriosa mujer de la que poco se cuenta en la opinión pública y en la cultura popular?
Hermelinda Urvina Mayorga nació en Ambato, una bonita ciudad de los andes ecuatorianos a 150 kilómetros al sur de Quito, un 26 de septiembre de 1905. Durante su infancia miró con fascinación cómo las armadas de los países libres derrotaron con estrategias aéreas a las potencias aliadas y cambiaron para siempre el rumbo de la Historia. Después, en la que sería considerada la era de oro de la aviación por el enorme de despliegue de recursos de desarrollo tecnológico e innovación en la aviación del periodo entre guerras, Hermelinda sintió el llamado de Ícaro y Dédalo para surcar la inexplorada inmensidad de los cielos.
A los 21 años se casó con Rosendo Briones y juntos, en 1926, se trasladaron a Nueva York, donde permanecieron las dos próximas décadas, hasta 1945. Allí, en 1930 inició estudios de aviación.
Con 27 años, Hemerlinda Urvina consiguió la licencia de piloto de la Safair Flying School en Long Island, Estados Unidos. La joven ambateña ocupó las páginas de la prensa al obtener en 1932 la licencia como piloto aviador en Estados Unidos. Fue la primera sudamericana en obtener este título. Ella, junto a sus colegas, fundó la sociedad Ninety Nines, una comunidad de pilotos femeninos considerada la más grande de América del Norte. En esa asociación conoció a las famosas pilotos Amelia Earhart y Charles Lindbergh.
En 1933 realizó un vuelo entre Nueva York y Washington con escala en Baltimore, hecho que fue destacado por la prensa estadounidense. Se trataba de un hecho inédito, el mundo libre miraba estupefacto el sobrevuelo por más de 340 kilómetros piloteados por esta joven mujer.
Una reseña de las Ninety Nines, publicada en enero de 1934, cuenta que uno de los sueños de Hermelinda era volar sobre los Andes ecuatorianos. A la piloto la conocían por su apellido de casada, por eso en los registros de la asociación de aviadoras se la encuentra como Hermelinda Briones. En la reseña se lee que, aunque Hermelinda tenía su licencia, debía tomar clases particulares “ya que para llegar a Ecuador por vía aérea debe utilizar un avión con un techo de al menos 18,000 pies para poder cruzar los Andes”. Las Ninety Nines señalan que el esposo de Hermelinda decía que no quiere aprender a pilotear un avión “pero que está muy orgulloso de las ambiciones de su joven esposa y que trabaja incansablemente para ayudarla”.
Cuatro años después de obtener su licencia de aviación, en junio de 1936. En el mismo año, Hermelinda realizó otro vuelo de Nueva York a Montreal a una distancia de 322 millas. Desde el mismo lugar partieron 38 pilotos que, durante el vuelo, tuvieron que enfrentar una inclemente tormenta. Algunas aeronaves tuvieron que maniobrar aterrizajes forzosos en el Lago Champlain. Cuatro de los pilotos fallecieron, los demás se retiraron y solo 12 pilotos completaron la dura prueba. Una de ellos fue Urvina Mayorga que ya en tierra fue recibida con vítores.
En febrero de 1937, el Estado de México otorgó a Hermelinda la licencia de piloto aviador mexicano, lo que le permitió conectar rutas entre los Estados Unidos, México y Canadá. Hemerlinda quería continuar su trabajo como piloto y luego de lograr costear los altos precios de adquirir una aeronave, logró comprar una avioneta a la que pintó de amarillo y la bautizó como “Ecuador”. La nave de Hermelinda, que costó USD 5.000, era un Fleet con motor Warner de 185 caballos y tenía una autonomía de dos horas y media de vuelo. Con esta podía cubrir trayectos como Nueva York- Canadá, o viajar de Nueva York a México, entre otros.
En 1945 se realizó el Carnaval del Aire en La Habana, Cuba. El festival parte de una celebración de la época colonial, instaurada en el siglo XVI, en torno a las fiestas del Corpus Christi. Allí participó Hermelinda, quien no se imaginaba que al regresar a Ecuador luego del carnaval perdería a sus amigos en un naufragio, causado por un accidente que provocó la pérdida de su preciado avión. Golpeada emocionalmente por ese accidente, decidió retirarse de su trabajo y ella junto a su esposo regresaron a Ecuador, donde su marido Rosendo Briones murió en 1989.
Una década después de perder a su esposo, en 1999, la piloto y una de sus hijas se mudaron a Toronto, Canadá. Allí, a la edad de 94 años, Hermelinda desarrolló una nueva pasión: la navegación en yate y las motos de nieve.
Con 103 años, un 20 de septiembre de 2008, Hermelinda dejó esta tierra. Su cuerpo fue repatriado a Ecuador desde Canadá y como homenaje, sus amigos canadienses donaron dinero para la Unicef.
Fuente Infobae.