De vez en cuando y de cuando en vez, me gusta escribir de lo que me apasiona: literatura, historia y religión. A propósito de un excelente artículo publicado en el digital Acento, que me enviara mi querido hermano Daddy Romero, que trata sobre el “gatopardismo” educativo en los gobiernos del PLD, desde 1996 hasta 2020, en el que se hace referencia, a cambiar las cosas sin cambiarlas realmente, me surgió la idea de escribir sobre la lectura y cómo nos enriquece, cultural y espiritualmente. Algo que la inteligencia artificial con todos sus avances no ofrece
Por Claudia Fernández
Santo Domingo, R.D.- El placer de la lectura y relectura debe ser rescatado por las autoridades de Educación y de Cultura. Es una propuesta desde mi óptica como periodista autodidacta, que no empírica, como muchos argumentan.
Gracias al hábito inculcado por mi abuela Rosalía, desde pequeña me aficioné a la lectura, hasta que se convirtió en una adicción, que ha ido disminuyendo con el tiempo, por lo caros que están las buenas obras literarias, su escasez en los estantes de las librerías y por el cansancio de la visión, lo cierto, es que no desperdicio un momento cuando una buena obra llega a mis manos.
Es por esta razón que ese artículo motivó este trabajo. Un aparte para el autor de El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa escrito en 1954, y que habla de lo que se hace sin hacer, lo que dejo a la consideración de cada quien y cada cual.
Siempre preferí a los autores históricos del siglo XIX, Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Charles Dickens, César Nicolás Penson, Manuel de Jesús Galván, Freddy Prestol Castillo (dominicanos por demás, los tres últimos, autores de Cosas Añejas, Enriquillo y El Masacre se pasa a Pie) hasta incursionar en la lectura del existencialismo del siglo XX.
Hermann Hesse, con Narciso y Goldmundo, Bajo la Rueda, mi favorita. Truman Capote y su Desayuno en Tiffany’s y A Sangre Fría, Jean Paul Sartre y La Náusea, William Faulkner con Luz de Agosto, Ernest Hemingway, con la apasionante novela ¿Por quién Doblan las Campanas?
Ni hablar de Gabriel García Márquez, Isabel Alende, Mario Vargas Llosa, en fin, la lectura enriquece el alma, te hace conocer países sin visitarlos, aprender de la idiosincrasia de cada nación y hasta un poco, conocer el mundo y su historia, eso es la lectura. Recrea épocas, situaciones, fechas, la historia, siempre la historia, que en nuestro país hemos olvidado, y peor, la más reciente, por la falta de lectura.
Estamos educando para resolver, no para aprender y esto no es bueno en ningún sentido. La lectura te orienta, te hace pensar, reflexionar, por lo que pido ¡auxilio! Para que la lectura sea una asignatura obligatoria en todas las aulas de nuestro país, leyendo, recuperamos nuestra identidad, medio perdida en el tiempo y el espacio, aumentamos la cultura de los estudiantes, creamos mejores persones y, sobre todo, nos desarrollamos como nación. Un país sin lectura es un país condenado a la mediocridad, situación a la que apuesta la oposición.
Un llamado a Ángel Hernández y Milagros Germán para que pongan a disposición del alumnado nacional obras literarias, y que se incluya la lectura, reitero, como asignatura esencial del programa escolar.